Cuando un extraterrestre se apodera de tu hijo

Sí, no me neguéis que jamás se os ha pasado por la cabeza ante la incapacidad de comprender algunos comportamientos de nuestras criaturas en determinados momentos. Porque sabes mejor que nadie que tu niño/ niña es la persona más dulce y amorosa del mundo. Tu hijo/ hija no chilla, ni patalea, ni te persigue por toda la casa para pegarte, vete tú a saber por qué, ni te ignora cuando le hablas. No, tu pequeño no se comporta así porque le tienes bien enseñado…. Entonces, ¿existen los extraterrestres?




No, por mucho que se empeñe Iker Jiménez en decir lo contrario, todavía no he tenido el placer de conocer a nadie procedente de otra galaxia que no sea la Vía Láctea. Sé lo que estás pensando, que desde hace tiempo sospechas de la vecina del quinto, o del que vive en el portal de enfrente… Pero una cosa es que se comporte de manera extraña, que no te salude o que hable solo, y otra que haya sido capaz de pilotar una nave espacial, recorrer millones de kilómetros sin perderse (y esto ocurre con los GPS más modernos de hoy en día) para finalmente apoderase de otros cuerpos, entre ellos, el de tu hijo, aunque sólo sea momentáneamente. No, sabes que a pesar de lo que digan los cuentos, las hadas tampoco existen. Así que no trates de disculpar a tu pequeño cuando se transforma en Hulk. O en la muñeca diabólica.



¿A qué viene todo esto? Os preguntaréis. Y yo respondo. El otro día iba conduciendo con mi pequeña sentada como corresponde en la parte trasera del coche. Íbamos cantando, comentando lo azul que estaba el cielo, lo poquito que quedaba para llegar a casa y ver a papá… De repente, y tras unos segundos de sospechoso silencio, se oye un “¡Ahhhhhhhhhhhhhhh!” interminable, gutural, estruendoso. No miento si os digo que la agudeza de aquel grito a punto estuvo de romper los cristales de la luna trasera, a la que vi moverse por un instante. ¿Por qué comenzó a chillar mi pequeña de aquella manera tan desesperada? Buena pregunta. A día de hoy, sigo buscando la respuesta.

Como comprenderéis, mantener el volante firme y la mirada puesta en la carretera requiere de una alta dosis de esfuerzo y concentración. Más aún cuando en la parte trasera del coche ya no viaja una niña, tu niña, de dulce sonrisa, ojos tiernos y voz dulce. No, en aquellos momentos estás convencida de que alguien ha suplantado a tu pequeña y en su lugar hay un ser que patalea, berrea, se golpea… ¡Es un alien! ¡Un extraterrestre! Te dices, estupefacta.

Transcurridos unos segundos, y recuperado el sentido común, responsabilizas a las dichosas rabietas del fatídico episodio. E impertérrita, te controlas para no agarrar el freno de mano, efectuar un derrape en toda regla, apartarte hasta el arcén sin rozar ningún vehículo y gritar mucho más fuerte que tu hija para templar los ánimos.

En lugar de eso, respiras hondo, aprietas fuerte el volante, subes el volumen de la radio y demuestras que dos años y cuatro meses te han dado las suficientes tablas como para no perder el control. Ya se le pasará, te consuelas, mientras percibes cómo la conductora del Seat Panda te lanza una mirada de solidaridad y asombro… ¿Habrá escuchado los gritos que lanza el extraterrestre que llevo en el asiento trasero?

Por fin llegas a casa, temblorosa. Aparcas, aunque te das cuenta que hay un metro de distancia entre la acera y tu coche. Y piensas: “Esta se va a enterar de lo que vale un peine” (anotación mental: escribir un post acerca de cuándo comencé a hablar como mi madre). Y es entonces, sólo entonces, cuando tu pequeña se relaja y calla. Es más, te ofrece su mejor sonrisa cuando te dispones a bajarla de su asiento. ¿Qué haces tú? Tres cosas: derretirte ante su mirada, secarle las lágrimas y darle un beso. Ha sido una pesadilla, te dices. Mi hija no es así.

3 comentarios:

  1. sin palabras, totalmente de acuerdo

    ResponderEliminar
  2. te dejo mi blog aunque hace tiempo que no escribo, poco tiempo tengo ery-ery.blogspot.com

    ResponderEliminar
  3. Gracias gracias Erycer! Te animo a seguir con tu blog y espero seguir leyendote por aquí ya que tienes más experiencia como mama. Aunque cada niñ@ es un mundo, claro! Un abrazo

    ResponderEliminar