Mamá jefa

Suena bien, ¿verdad? Desde que oí estas dos palabras en la misma frase no me resulta tan traumático establecer normas en casa. Pero, ¿hasta qué punto son buenas? ¿Dónde está el límite?


Esta semana asistí a la primera sesión de la ‘Escuela de padres’ a donde acude mi niña todos los días. Se trata de una iniciativa pionera en el centro que ha sido muy bien acogida. Bajo el título ‘Papá, mamá, por qué necesito normas y límites’, la charla prometía. Y así fue. Todos estábamos deseando que nos dieran la 'receta mágica' para evitar las temidas rabietas.



Las temidas rabietas
Dos profesoras de la escuela infantil pública explicaron, a casi una veintena de asustados papás, por qué son útiles y también necesarias. La razón principal es muy simple: los niños de dos-tres años no están preparados para tomar decisiones, y las normas les proporcionan un mundo ordenado. Gracias a los límites, nuestros pequeños pueden saber lo que puede ocurrir (aprenden que después del juego hay que recoger). Además, las normas les proporcionan autocontrol, autonomía y responsabilidad.

Pero si son tan buenas, ¿por qué nos cuesta tanto trabajo decir ‘no’ a nuestros niños? Existen muchas razones: pasamos poco tiempo y no queremos estropear los momentos que compartimos con peleas y tiranteces; por remordimiento… y seamos sinceros, al menos en mi caso, una se harta de estar negando todo constantemente… ¡Me he convertido un coñazo!

¿Cómo evitar estos sentimientos? Durante la charla, hubo una frase que me llegó directa al corazón (y a la cabeza). Debemos actuar como jefes, bondadosos y comprensivos, eso sí. Y fijar una serie de límites claros y, sobre todo, pactados. Creo que esta última condición es la más difícil de conseguir. Pero no es tan grave como parece.

En cualquier caso, ya estoy deseando asistir a la segunda charla de la Escuela de Padres. Se crea comunidad entre el centro educativo y los docentes que allí trabajan, además, y lo que me parece más interesante, compruebas que tus problemas, miedos e inquietudes son universales. Y aunque como podrás imaginar, no existe la receta única que funcione sí o sí a todo el mundo, en mi caso aquel día conseguí la mía.

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