El verano, aliado perfecto para despedirse de los pañales

Cómo quitar pañales

Sé lo que estás pensando, que con este ya son tres los post acerca de la "operación pañal". En mi defensa diré que sólo si tu hijo tiene 24 meses en adelante, comprenderás lo trastornadas que nos volvemos las madres con este tema. Sobre todo en verano, con las abuelas presionando para dejarles con el “culito al aire”. ¿Hasta qué punto tienen razón nuestras madres?

 

Como ya reconocí en artículos posteriores, cometí varios errores con la retirada del pañal de mi pequeña. El primero fue llenar la casa de orinales, cada cual más sofisticado. El segundo, lanzar las campanas al vuelo antes de tiempo. Y el tercero, y aquí radica la novedad, retrasar la retirada del pañal a la espera de que algún día mi niña me lo pidiera motu propio… ¡Error!

A estas alturas de la vida puedo decir alto y claro que operación conseguida. Eso sí, prepárate a lavar braguitas o calzoncillos sin parar, así como a correr cada vez que creas / intuyas / sospeches que tu pequeña/o tiene alguna necesidad fisiológica y urgente en los momentos más inoportunos (atención: que se queden quietos en un sitio, abran ligeramente las piernas y se pongan rojos de tanto apretar ayuda a identificar los síntomas).

A lo que iba. El verano, sin duda, puede facilitar dar este paso y quitar los pañales de nuestros hijos. Pero como sé que lo breve, si bueno, dos veces bueno, aquí te dejo unos sencillos pasos que quizá te ayuden para comenzar con la operación pañal.

- Pañal seco. Si el pañal aguanta cada vez más tiempo seco significa que tu niño/a ya empieza a controlar sus esfínteres. Observa cada cuánto.

- Orinal feo. No quiero ser muy pesada pero recuerda, nada de comprar orinales musicales, con volantes o embrague (ay qué juego de palabras se me acaba de ocurrir…). Cuanto más simple sea el recipiente, mejor. Sé que algunos adultos necesitan alguna motivación para ir al baño, pero los vicios ya llegarán con el tiempo. Eduquemos a nuestros hijos desde la virtud.

- Familiarizarse con el recipiente. Comienza a sentar a tu hijo en el orinal o wáter (con adaptador). Puede que al principio no le guste mucho la idea. Motívale con algo: dibújale en la mano una carita sonriente, dile que luego podrá ver los dibujos animados o salir al parque… (Ojo con las promesas: ¡cúmplelas y no seas cretin@!)

- No forzar. Si tu niño/a grita y no quiere acercarse al orinal ni por asomo, no le obligues. Tu hijo/a te dirá si está preparado para dar el paso, aunque tampoco esperes a que hable un castellano perfecto y te pregunte dónde está el “excusado”.

- Sentado… tan a gustito. Tu pequeño ya aguanta en esa postura (no siempre). Os ha visto a ti y a papá cómo os sentáis en el wáter, con total naturalidad, sin despediros de vuestros pipís (recuerda) ni nada por el estilo. Vas por buen camino.

- Punto de no retorno. Estamos en verano… ¿Te ves con fuerza para dar el paso? Y lo más importante, ¿ves a tu hijo/a preparado/a? No te dejes llevar por el entorno (sé que es imposible), pero recuerda que cada niño es único, y que deje los pañales más tarde no significa que no pueda estudiar una ingeniería técnica, por decir algo… Si crees que ha llegado el momento, adelante, pero recuerda que la decisión no tiene marcha atrás.

- Avituallamiento. Le compras braguitas y calzoncillos (hazte acopio de un buen número de recambios, los necesitarás) y sólo le colocas el pañal para dormir. Dile lo bonita que es su ropa interior y alaba lo mayor que es.

- Controla. Es algo cansado, pero debes llevar cierto control. Sienta a tu hijo al orinal con una frecuencia determinada. Poco a poco las ‘sentadas’ en el orinal serán más espaciadas.

- Paciencia. Al principio, te hartarás de lavar bragas y calzoncillos, de cambiarle de pantalones y de agacharte para sostener a tu hijo en cuclillas (yo todavía me estoy curando) porque no te avisará de sus ganas por descargar vejiga. En todo caso, lo hará después. Pero conforme pasan los días verás como poco a poco comienza a pedirlo.

- Por último, recuerda que se trata de un logro de tu hijo, que no debes compararlo con ningún otro y que el verano puede ser el mejor aliado para crecer juntos. ¡Suerte!

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