No quiero ir al colegio, mamá

Llantos, chillidos, rabietas, huidas… ¿Reconoces alguno de estos síntomas? Han pasado unos cuantos días desde que mi peque y yo nos adentramos en el maravilloso mundo “cole”. Y aunque la paciente evoluciona favorablemente, en ocasiones oigo “llantos” y desafíos del tipo: “Mamá, no quiero ir al colegio.” 

No os mentiré. El tránsito de la escuela infantil al cole no ha sido coser y cantar. Reconozco que algo de culpa he tenido en todo esto. A decir verdad, puede que bastante.
En primer lugar porque estaba convencida de que mi hija no lloraría. ¡Cómo va a hacerlo, con lo sociable, guapa y lista que es! Además, posee un cierto bagaje en estos de las adaptaciones porque viene de la escuela infantil… Con esa mentalidad acudí el primer día al centro, presumiendo de niña y de lo bien que se nos había dado el primer día. Duró lo que duró. 24 horas después soltó la frase que más tarde bautizaría como ‘cantinela mañanera’: “No quiero ir al colegio, mamá” mientras se agarraba a mi pierna con una fuerza inusitada.

Otro error que seguramente cometí tiene que ver con la despedida. No supe gestionar ese momento. En mi defensa diré que desprenderme de lo más valioso me producía verdadero pánico. Al fin y al cabo, no conocía de nada a todas esas señoras que a partir de ese momento iban a encargarse de la educación de mi hija. ¡Mire usted!

Tercera equivocación: la implementación de estrategias erróneas. En los seis días que duró el periodo de adaptación (con horas cambiantes y un planillo que tenía que revisar a cada instante para no dejar a mi pequeña con el grupo equivocado) probé casi de todo. Desde hacer oídos sordos a las súplicas de mi pequeña hasta obsequiarla con algún que otro detalle (sin importancia) como recompensa a su permanencia en el centro.

Pero la penitencia hay que sufrirla y padecerla. El “no quiero ir al cole, mamá” ha sido el hit casero durante dos semanas. Afortunadamente, el tono ha variado y hemos pasado de comunicárselo a todo el vecindario a susurrarlo como un mantra desde el asiento de atrás del coche sin mucha convicción.

Moraleja: la adaptación al colegio es un rollo y perjudica levemente la salud (mental). Hay muchos consejos para papás ( ) muy recomendables. Desde aquí os deseo es suerte y paciencia a todos los papás y mamás, pero sobre todo a los niños que, además de enfrentarse a una prueba tan dura como es hacer nuevos amigos en un entorno diferente deben aguantar a algún que otro papá o mamá dopada en histeria y nerviosismo.

2 comentarios:

  1. La adaptación nos cuesta a todos, pero sobre todo a los padres. Lo he visto en mi trabajo (escuela infantil) cientos de veces, lo cual es comprensible, pyes dejar con desconocidos en un lugar extraño a tu "mayor tesoro" cuesta bastante. Pero los niños tienen esa flexibilidad que a los adultos nos cuesta más y se adaptan mucho mejor a los cambios, también influye la personalidad de cada niño, claro, si es más introvertido le costará más y si es extrovertido menos. Al igual que el papel que tenga en casa, si es el "rey de la casa", del que todos están pendientes y siempre entre nubes de algodón o si se le deja ser independiente y autónomo, en la medida de sus posibilidades, siendo ésta última la más adecuada para favorecer su adaptación al centro

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    1. Gracias anónimo. Desde luego habla la voz de la experiencia.

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